martes, 19 de mayo de 2009

Ovnis en la agonía del régimen

El año 1975 vio morir a Franco y con él a un régimen vergonzoso y pestilente. Se iniciaba en ese momento un camino sin retorno hacia la democratización de nuestro país, hacia un cambio sustancial en casi todos los aspectos. Quizás la ufología fue uno de los pocos campos en los que no hubo grandes trasformaciones pese a la evolución política. Para ilustrar esta reflexión recordaremos a continuación algunos casos de avistamientos de ovnis, muy en la línea clásica, que acontecieron en nuestra provincia en ese año.

Indagar en el pasado nos conduce a recibir grandes sorpresas, como la que me llevé cuando me topé con los dos casos ufológicos con los que inicio el presente trabajo, acontecidos en Villarrasa y en Bollullos Par del Condado en 1975, con tan sólo cuarenta y dos días de diferencia. Al estudiar avistamientos que no he investigado directamente, no suelo relacionarlos cronológicamente, por lo que cuando conocí estos dos casos onubenses, a través de una variada documentación, no me percaté de su proximidad temporal. Advertí tal coincidencia algún tiempo después al hallar sendas referencias sobre ellos en la revista “Enigmas”, que dirigía por aquel entonces el prestigioso y muy recordado Fernando Jiménez del Oso. En esta publicación, mis buenos amigos Iker Jiménez y Lorenzo Fernández estaban escribiendo una historia de la ufología española por capítulos, uno de los cuales abarcaba el periodo de marzo a julio del año que nos ocupa. Comentaban estos dos jóvenes investigadores, y no les faltaba razón en sus afirmaciones, que por aquella época estaban siendo vistos en muchas ocasiones en poblaciones rurales los ya populares ovnis. Algunos de estos objetos iban siendo captados por cámaras fotográficas, con lo que sus imágenes fueron vistas por numerosas personas. Iker y Lorenzo llegan a afirmar que "parecían intentar demostrar que su presencia física en nuestros cielos era un hecho en estas fechas".

Para un apasionado de la ufología, rescatar casos del pasado siempre resulta una tarea muy agradable, aunque también tiene sus pequeños sinsabores. Lo menos agradable que tiene rememorar un caso es que al no haber sido investigado directamente por uno mismo, hay que poner un mayor grado de escepticismo a la hora de efectuar un análisis de los hechos. Las fuentes de las que se toma la información pueden no ser todo lo solventes que deberían o la investigación pudo no haberse llevado de la forma mas adecuada. Con esta advertencia previa a los lectores comenzaré a narrarles el primero de los casos, que hemos de situarlo en la población de Villarrasa, a la una y medida de la madrugada del uno de junio de 1975.

A esa hora, una mujer de la localidad caminaba en dirección al establecimiento que regentaba su esposo. Se trataba de Remedios Benavente Rodríguez, quien daba un rodeo por las afueras de la población para llegar al mencionado local. Al entrar a una calle ancha, Remedios vio algo que la asustó hasta el punto de hacerle salir huyendo del lugar para refugiarse en su domicilio. En medio de la calle, habitualmente muy solitaria a esas horas, había -posado sobre el suelo- un objeto ovalado provisto de una cúpula y apoyado en tres gruesas patas metálicas. Junto al objeto se movían tres seres de baja estatura, pero con aspecto humanoide. Los seres vestían trajes blanquecinos y una especie de escafandra, que impedía que se les viera el rostro.

Unos minutos mas tarde pasó por aquel lugar un joven, Domingo Palacios Barrera, que también tuvo ocasión de ver la extraña nave y los seres citados. Domingo se escondió para observar la escena con más detalle. Así, pudo comprobar que los seres tenían una luz verde en la frente y que las patas del objeto tenían como dientes de sierra y se apoyaban sobre unas ruedas. También observó que la cúpula tenía unas tenues luces rojas y verdes. Domingo terminó por salir huyendo y avisar a algunos amigos. Al rato acudieron las personas alertadas, pero no quedaba ni rastro del objeto ni de los seres que habían visto, tanto el chico como la mujer.

Cuarenta y dos días mas tarde del incidente en Villarrasa, Bollullos Par del Condado sufrió un repentino apagón que dejó a toda la población sin fluido eléctrico. Eran las once de la noche del quince de julio de ese mismo año. Un apagón siempre es molesto para lodos los usuarios, pero en algunos casos más aún. Por ejemplo, para los espectadores de un cine de verano que se quedan a oscuras y sin función cinematográfica. Esto les pasó a los jóvenes Francisco Esquivel, Diego Sánchez y Diego Salas, quienes ante el apagón decidieron abandonar el cine de verano, ubicado en las afueras, y regresar hasta la población. El trayecto lo realizaron en un vehículo Seat 124. El camino de retorno fue interrumpido por los jóvenes al descubrir junto a un poste del tendido eléctrico una luz amarilla y estática que les impresionó sobremanera. Estaba a la altura de la finca Ballesteres. Al detectarla fueron aminorando la velocidad del coche hasta detenerse justo al llegar a la altura del objeto luminoso, que se encomiaba junto a la carretera.

Según los testigos, el objeto parecía ser metálico y su fuselaje brillaba. Además, una luz blanca y potente lo rodeaba. El objeto tenia una forma totalmente ovalada. Francisco decidió salir del vehículo y aproximarse hasta la alambrada con el fin de contemplar más de cerca el extraño fenómeno. El objeto comenzó a lanzar hacia el coche ráfagas de luz que fueron interpretadas por los testigos como un intento de hacerles que se fueran. Pero ellos permanecieron aún unos instantes hasta que los cables del tendido comenzaron a desprender grandes chispas y el objeto aumentó la intensidad de los destellos que enviaba hacia el coche. Francisco regresó al vehículo y emprendieron una veloz huida hacia Bollullos. En su escapada, los jóvenes observaron que el ovni empezaba a elevarse muy despacio, iluminando la zona. En esos instantes el Seat 124 comenzó a dar tirones hasta que finalmente se paró el motor. Los jóvenes recorrieron a pie los últimos metros que les quedaban para entrar en el pueblo. Algo más de una hora más tarde concluía el corte de suministro eléctrico.

Los dos casos que acabo de narrarles son muy interesantes dentro de la casuística ufológica onubense. El de Villarrasa es un aterrizaje en un núcleo urbano con presencia de tres humanoides. Tiene, además, el aliciente de que los dos testigos protagonizaron sus avistamientos de forma independiente, algo que refuerza sus testimonios. Por su parte, el caso de Bollullos Par del Condado, es un cuasiaterrizaje con tres testigos y presenta efectos electromagnéticos. Los fallos del automóvil, las chispas de los cables e, incluso, el propio apagón parecen guardar relación directa con la presencia del ovni. Este dato -el de los apagones, que se repitieron en otros casos famosos acaecidos fuera de nuestra geografía provincial- hizo especular a muchos investigadores de la época con la posibilidad de que los ovnis utilizaran para su propulsión la energía eléctrica que "robaban" de los tendidos. La complejidad que el fenómeno ovni tiene actualmente aleja definitivamente esas hipótesis, más próximas a la teoría extraterrestre que a los planteamientos de la ufología contemporánea.

Retomando la casuística ufológica del año que analizamos, vamos a recordar algunos otros avistamientos. Mi buen amigo Moisés Garrido me dio a conocer un puñado de casos de observaciones lejanas ocurridas en la propia capital, Huelva, y me facilitó el recorte de prensa del diario Odiel del día tres de julio, en el que se daba a conocer un encuentro cercano acaecido en Aroche, en la finca Alpiedras, el treinta de junio, protagonizado por los caseros del cortijo. Poco después del mediodía, la mujer, Julia Núñez, se encontraba en la entrada del caserón junto a dos de sus hijos. El menor le dijo que había llegado un avión muy pequeño. La mujer se giró y apreció a unos setenta metros un aparato no muy grande, en forma de huevo, posado en el suelo. En su parte delantera presentaba una hélice pequeña y desprendía un reflejo que molestaba a la vista. La testigo vislumbró dos bultos en el interior y pensó que se trataba de ocupantes. Tras unos minutos, la hélice comenzó a funcionar y el aparato se elevó verticalmente, con el mismo silencio con el que había llegado. Julia entró en un estado de nerviosismo que le duró largo rato. Según algunos investigadores de la época, la mujer sufrió en los días siguientes algunos trastornos de salud.

El primer caso del que tengo noticia en 1975 ocurrió en febrero, una madrugada en la que Manuel Barba conducía su coche por la carretera que va de Cabezas Rubias a Calañas, atravesando el término municipal de El Cerro de Andévalo. Sobre las seis observó una luz que descendía con trayectoria parabólica. Una vez recorridos varios kilómetros más, vio a su derecha, a unos 60 metros, un objeto semiesférico que emitía una luz blanca fluorescente. En la parte central presentaba pequeñas luces rosadas que se movían. El objeto hizo una oscilación sin desplazamiento. El testigo no detuvo su vehículo durante los tres minutos que duró la observación. Al parecer, su reloj de pulsera dejó de funcionar correctamente desde entonces.

Ya en el mes de julio tuvo lugar otro avistamiento protagonizado por Antonio Romero en la noche del siete al ocho. El hombre volvía desde Torre de la Higuera, una pedanía costera de Almonte, a su casa de Villarrasa. Vio a lo lejos una luz rojiza de unos dos metros de diámetro que llevaba una serie de luces más pequeñas a su alrededor. La luz empezó a bajar hasta colocarse a un metro del suelo, guardando una separación con el coche de unos diez metros. A continuación se apagaron las luces periféricas del objeto, así como el motor del coche, permaneciendo así un rato, hasta que luces y motor funcionaron otra vez. Entonces el objeto ascendió y se perdió en el cielo. En la carrocería quedaron unas marcas, cuyo origen achacó el testigo al objeto avistado. Un mes más tarde, el día ocho de agosto, el motor y las luces de otro coche se pararon en las proximidades de Huelva, a las dos de la madrugada, cuando sus dos ocupantes observaron a pocos metros de distancia un objeto estático de color rosáceo, de unos quince metros de diámetro por cinco de altura. Pocos minutos más tarde, el objeto emitió un destello luminoso dejando al conductor semidesfallecido. Tras marcharse “aquello”, cesaron las anomalías del vehículo. El testigo conserva desde entonces una quemadura en la parte interior del brazo izquierdo. Al parecer, un año más tarde, el testigo pasó por el mismo lugar y sufrió una presunta experiencia de teletransportación.

En el mes de octubre, nuestra provincia contó con otros dos interesantes avistamientos. El primero de ellos lo protagonizaron Lucrecio Camacho y su padre a las seis de la madrugada del día nueve. Ambos llegaban a unas viñas de su propiedad cercanas a Bollullos Par del Condado cuando vieron a medio centenar de metros un objeto anaranjado, parecido a la luna llena, que estaba a unos cinco metros del suelo. La esfera comenzó a ascender despacio y en vertical. Al alcanzar la altura de doscientos metros el objeto apagó su luz y dio un destello, dejando un chisporroteo en su parte inferior, antes de alejarse a gran velocidad. Un rato más tarde, otra persona que se dirigía a trabajar observó tras las tapias del colegio una luz rojiza, de un tamaño aparente doble al de la luna llena, que ascendía en vertical para alejarse después despacio y en línea horizontal, emitiendo un ruido intermitente. Dos días más tarde, a la una de la madrugada, tuvo lugar en las afueras de La Palma del Condado el segundo avistamiento. Lo protagonizó Luis Cárdenas, quien vio otro objeto esférico, esta vez de color rojizo y un tamaño mayor al de la luna llena. El objeto, que se hallaba a baja altura, debía encontrarse a unos tres kilómetros de donde estaba el testigo. A los pocos minutos, “aquello” comenzó a desplazarse en dirección al hombre, que tomó muy alterado el camino hacia su casa.

Podríamos seguir enumerando casos, pero la lista es larga. Baste decir que el pionero de la ufología andaluza, Manuel Osuna, recogió en 1975 un total de treinta casos en nuestra provincia; algunos de ellos ya comentados en estas líneas, y otros acaecidos en localidades como Almonte, Rociana del Condado, Cartaya, Zalamea la Real o Valverde del Camino.

sábado, 9 de mayo de 2009

Rituales de Agua y de Fuego: ancestrales métodos de purificación

El ser humano ha buscado desde siempre su purificación, como herramienta de acercamiento a la divinidad. Los ritos encaminados a tal fin han pasado de cultura en cultura hasta llegar a nuestros días, adaptándose siempre a todas las creencias religiosas, incluido el cristianismo. Por tanto, no resulta extraño encontrar en nuestra tierra algunos de esos rituales ancestrales que aún perviven, especialmente en fechas claves como la Noche de San Juan o el día de la Inmaculada Concepción. Aunque las actuales manifestaciones de este tipo son consideradas como simples actividades folklóricas, ya que han perdido su faceta mágica por el aumento del peso festivo, sobre el fenómeno aún se cierne un cierto velo de misterio.

En nuestro actual contexto cristiano, los protagonistas de tales celebraciones son santos o vírgenes, como las citadas, pero -como hemos dicho- sus orígenes se encuentran mucho más atrás de ese marco religioso en el que se encuadran en la actualidad. El cristianismo asimiló gran parte del sustrato religioso preexistente a su aparición, especialmente durante su expansión, lo que conllevó una cristianización de ritos y creencias paganas. Ciñéndonos al ejemplo de la festividad de “La Pura”, desde tiempos inmemoriales la especie humana ha celebrado rituales de purificación con el fin de prepararse para afrontar el gran acontecimiento del solsticio de invierno, fecha del nacimiento de todos los dioses solares. Ya el hombre primitivo trataba de agradar al Sol y conseguir que no desapareciera. El temor estaba fundado en que cada día el Astro Rey permanecía menos tiempo en el firmamento visible.

Los dos principales agentes de purificación son el agua y el fuego, por lo que nos centraremos en ellos en el presente trabajo. Comenzaremos por el fuego, a través de sus distintas manifestaciones, un elemento mitológico capaz de fundir para regenerar, como en el caso del ave Fénix. Según la antropóloga Ana Mª Romero Bomba, “el fuego, entendido como rito de purificación en las culturas agrarias, representa la renovación de la naturaleza, y concluye con la espera de la próxima cosecha: la quema de los campo, de los “rastrojos”, como forma de regenerar la tierra, es la práctica de la renovación”.

La más conocida de esas manifestaciones puede ser, tal vez, la de las hogueras, también llamadas candelas, que iluminan numerosos puntos de la geografía provincial en varias ocasiones a lo largo del año. En algunos municipios, durante la Semana Santa se realizan hogueras simbólicas. Es el caso de Cumbres de San Bartolomé, donde el sábado de gloria se prende una candela en la Plaza de España, que representa a la luz de Cristo venciendo a las tinieblas. También en Semana Santa se celebra otro ritual de fuego para acabar simbólicamente con el Mal, se trata de la quema de los Judas, que se celebra en gran número de municipios, como Cortegana, Aracena, Fuenteheridos, Castaño del Robledo, Puerto Moral, Cumbres Mayores y Zufre, entre otros de la Sierra. Más al sur, los encontramos en Alosno, El Campillo, El Almendro o El Cerro de Andévalo. En algún lugar como Hinojos, el fuego purificador ha sido sustituido por el atronador fuego de las armas, que los cazadores locales descargan sobre el monigote alegórico instalado en lo alto de un madero, hasta dejarlo destrozado.

Municipios como San Juan del Puerto albergan festividades en las que el fuego cobra especial protagonismo. En concreto, en las fiestas de San José, esta localidad vive la quema de las “fallas”, unos muñecos de cartón y madera que son prendidos en medio de un gran jolgorio y con grandes celebraciones. También festeja esta localidad las candelarias o candelorios, implantadas como celebración desde hace varias décadas. Ligados a otro santo, en concreto a San Miguel, se celebran en Cumbres Mayores los también llamados candelorios, esta vez en la noche del veintiocho de septiembre. Los jóvenes organizan hogueras en los barrios, con saltos y jolgorio. Por su parte, Villanueva de las Cruces abre las fiestas de San Sebastián con una inmensa hoguera, que perdura varios días, en plena Plaza de la Constitución. En Alosno se queman unas fogatas en honor de San Antonio Abad, llamadas luminarias. En la celebración del mismo santo en Trigueros, se realiza una retahíla de actividades con el fuego como protagonista, como candelas y otras luminarias.

Hay celebraciones rituales y festivas en las que el fuego es la herramienta necesaria. Esto ocurre, por ejemplo, en El Cerro de Andévalo durante la romería de San Benito, donde en determinado momento de la noche se procesiona un madero incandescente al que los asistentes tratan de besar sin sufrir quemaduras. Por otra parte, en Villanueva de los Castillejos se queman corchos por San Matías con los que los jóvenes se embadurnan los rostros unos a otros. Algo similar, también con corchos quemados, ocurría en El Berrocal el Miércoles de Ceniza, tras la misa. En la festividad de la Candelaria, por ejemplo en Nerva, las candelas parecen también imprescindibles.
Sin duda, la gran noche de las hogueras es la de San Juan, entroncada con las antiguas celebraciones del solsticio vernal y considerada como una de las noches mágicas por excelencia. Cuando el calendario alcanza esa fecha son muchas las localidades que ven en sus calles y plazas el resplandor de las llamas de las fogatas. Es el caso de Encinasola, Cala, Corteconcepción, Fuenteheridos, Ayamonte, Isla Cristina, El Repilado y otros. En algunas localidades, como Santa Ana la Real, las candelas se repiten además en la festividad de San Pedro. En Bollullos Par del Condado se celebran en esos días unas fallas muy particulares, con la quema de muchos muñecos. Sin embargo, en Aljaraque se quema un pirulito con la vieja, un único muñeco.

La festividad de la Inmaculada, tal como apuntábamos antes, también lleva aparejada una larga lista de actividades en torno al fuego, a lo largo y ancho de la provincia, en la noche del siete de diciembre. Comenzaremos el recorrido por Aracena, donde en distintas zonas de la población arden las hogueras para que niños y jóvenes enciendan los rehiletes o rejiletes, que no son otra cosa que varillas de olivo que perforan un cúmulo de hojas secas de castaño. Una vez prendidos y convertidos en columnas de fuego, los rejiletes se hacen girar, simulando una especie de danza ritual. Según Romero, se trata de un rito de paso, de aceptación de los pequeños en la comunidad. Otras localidades próximas, como Linares de la Sierra, también practican la tradicional quema de los rejiletes. Algo parecido ocurre en Zufre, con hogueras y niños corriendo por las calles con sus abelorios encendidos -algunos de gran tamaño-.

En Zalamea la Real ocurre algo parecido, aunque en este caso se prenden en las hogueras las llamadas hachas o jachas, que consisten en unas especies de antorchas construidas con ramas bien entrelazadas. Allí no se danza, sino que se sostienen las jachas inclinadas hacia la hoguera, formando corros de participantes que cantan y consumen productos típicos. Con el mismo nombre de jachas se llama a los elementos incendiados esa noche el la localidad alosnera de Tharsis, mientras que las que se queman en el propio Alosno reciben del de jarchas. Por su parte en El Berrocal se queman las sachas y en Santa Bárbara de Casas, las antorchas. Rociana del Condado y Bollullos Par del Condado comparten la tradición de quemar esa noche las llamadas gamonitas, hechas con ramas de eucaliptos, hojas secas y haces de hierbas.

En muchas otras localidades se realizan candelas esa misma noche. Es el caso de Los Marines, Sanlúcar de Guadiana, Campofrío, La Granada de Riotinto, Minas de Riotinto o Santa Bárbara de Casas, entre otros. Sin embargo, lamentablemente, otras localidades han perdido esta tradición. Personalmente recuerdo como en mi infancia asistí a algunas hogueras realizadas en Puerto Moral. Hacíamos una hoguera en la zona alta de la localidad y, aprovechando la pendiente, saltábamos sobre las llamas, ajenos al fuerte simbolismo que encerraba aquel gesto. Y, pese al alto riesgo, nunca ocurrió ningún percance reseñable. Afortunadamente.

Por su parte, La Nava celebra las llamadas Candelas de Nochebuena y Año Nuevo, a base de leña de encina, para calentar el ambiente y desterrar la oscuridad. Algo similar se realiza en Encinasola, en las noches del veinticuatro y treinta y uno de diciembre, donde se hacen grandes hogueras en la Plaza Mayor para avivar el calor familiar y estrechar lazos bajo el embrujo de las llamas y el son de los villancicos. Estas hogueras navideñas también están presentes en municipios como Lepe, Bollullos Par del Condado, Beas, Galaroza, Cortegana, El Rocío o Aroche, entre otros, aunque en algunos casos las hogueras sólo tienen carácter familiar o se realizan para motivar pequeñas reuniones de amistades.

Más alejados de estas celebraciones de fuego, nos encontramos con una particular manifestación festiva y ritual, los toros de fuego, consistentes en carretillas -o artilugios similares- que imitan más o menos la figura de un astado, rebosantes de pirotecnia (bengalas, petardos y buscapiés) y conducidas contra el público, como si embistieran con bravura. Dignos ejemplos de toros de fuego son los de Arroyomolinos de León, Cortelazor la Real, Villarrasa, Villalba del Alcor, Manzanilla, La Palma del Condado y Pozo del Camino, en Isla Cristina.

También el agua tiene un papel fundamental en muchos rituales de purificación, dada su cotidiana función limpiadora y por otros valores religiosos. Como dice el antropólogo Pedro Antón Cantero, “el agua limpia y purifica, fertiliza y regenera”. El uso purificador del agua es sobradamente conocido en todas las partes del mundo. El orbe cristiano ha institucionalizado los rituales de purificación al dar al bautismo el carácter de primer sacramento, capaz de acabar con el terrible pecado original, inherente a la naturaleza humana. El momento de pasar bajo las aguas bautismales es, al menos teóricamente, el más importante para los cristianos pues supone su incorporación a la comunidad de creyentes.

Retomando la celebración de la Noche de San Juan, son muchas las tradiciones que aún se conservan en toda la provincia en las que se utiliza el líquido elemento. Generalmente se usa agua para lavarse al amanecer. Las partes del cuerpo que se someten a este lavado purificador son el rostro y las manos. El agua se suele mantener durante toda la noche con pétalos de rosas, con romero o con ramas y flores de Hipérico perforatum, las famosas Flores de San Juan. En algunos casos, recogidos por el antropólogo Caro Baroja, el agua de San Juan tiene utilidad adivinatoria. En Alosno y Rociana del Condado se arrojaba esa agua por la ventana para que el primer hombre que pasara dijera un nombre, que luego sería el del novio, o se utilizaba un vaso en el que se echaban papelillos enrollados con nombres para ver cual flotaba.

En el caso del agua, también nos encontramos con celebraciones puntuales ancladas en la tradición mágica, aunque hayan perdido su condición ancestral en favor de su vertiente lúdica. Así ocurre en Cumbres Mayores, donde en la noche del catorce de agosto se celebra la festividad de los Jarros. En ella la gente se moja con búcaros de barro. Puerto Moral celebra una Fiesta del Agua a finales de julio, que cierra la festividad de “La Alcaldesa” (de tipo religioso), pero esta no es de carácter tradicional por lo que no parece guardar relación con la línea ritual que trabajamos en el presente trabajo. De igual manera, descartamos la Fiesta del Agua que El Almendro celebra en agosto y el remojón popular en las fiestas de la Virgen de Luna en Escacena del Campo.

La que tiene una arraigada tradición a sus espaldas es la Fiesta de los Jarritos, de Galaroza. Se celebra el día seis de septiembre y en ella el agua es la gran protagonista, porque consiste en arrojarse ese líquido entre los participantes. Cualquier persona, por el simple hecho de transitar por la calle, es considerada participante y es susceptible de ser mojada. Sus orígenes se encuentran en la venta de productos que hacían en la localidad los alfareros extremeños que iban de camino a la Peña de Alájar, donde comercializaban su mercancía en la romería. En Galaroza, las personas que compraban los búcaros, los probaban en la fuente de los doce caños que hay en la plaza. Con una fuerte motivación erótica, el siguiente paso era mojarse unos a otros, principalmente jóvenes de sexos opuestos, que bajo las prendas mojadas intuían los volúmenes que la moral de la época mantenía ocultos hasta el trámite ineludible del matrimonio. Con menos intensidad, pero relacionadas con la alfarería del agua, en El Berrocal y El Campillo se celebraban dos actividades festivo-rituales en las que el cántaro era el protagonista.

Para finalizar, voy a recordar varias celebraciones casi rituales con el agua del mar como protagonista. En Isla Cristina, donde en la noche de San Juan la gente se moja los pies en la playa, tenemos dos manifestaciones de este tipo. En julio, la Virgen del Carmen es llevada a la orilla del mar y embarcada, además de celebrarse cucañas sobre el agua, con las consiguientes zambullidas. En agosto le toca el turno a la Virgen del Mar, que es llevada en barco por la ría y el mar, para después ser desembarcada en plena playa, donde la juventud la porta por el agua hasta tierra firma. En Sanlúcar de Guadiana, la Virgen del Carmen realiza una procesión por el río, con desembarco en el margen portugués incluido. En Isla Canela (Ayamonte), la imagen de idéntica advocación es introducida en el río a hombros de los fieles, en medio de un gran fervor. El río Piedras es el escenario elegido por los marineros de El Rompido, en Cartaya, para pasear en sus embarcaciones a la patrona del mar. Otro tanto ocurre en Punta Umbría, donde la Virgen del Carmen es procesionada en varias ocasiones, en barco por la ría o en las aguas de la playa a hombros de los fieles.