domingo, 24 de enero de 2010

Maná bíblico en tierras onubenses

Dice el libro del Éxodo (16, 13-15 y 35): “y por la mañana había una capa de rocío alrededor del campamento. Al evaporarse el rocío, apareció sobre la superficie del desierto una costra fina, escamosa, y tenue como la escarcha sobre la tierra. Cuando los hijos de Israel lo vieron, decíanse unos a otros: ¿Qué es esto? Pues no sabían lo que era. Moisés les dijo: Es el pan que os ha dado Yahvéh para comer. (...) Los hijos de Israel comieron el maná por espacio de cuarenta años, hasta su llegada a país habitado; comieron el maná hasta su llegada a los confines del país de Canaán.”. Maná significa literalmente ¿qué es esto?. Pues en nuestra provincia pudo haber ocurrido algo parecido una noche de noviembre del año 1764.

La primera noticia de este caso la tuve a través de la obra “La España Extraña” de Jesús Callejo y del amigo Javier Sierra, periodista e investigador, quienes lo ubican en Cumbres Mayores, citando como fuente el artículo publicado en el ABC de Sevilla el día veintinueve de marzo de 1968, cuyo autor era Gabriel Sánchez de la Cuesta, catedrático de la Universidad de Sevilla y miembro de las hispalenses Reales Academias de Medicina y de Buenas Letras. Tiempo más tarde, el también investigador y amigo José Manuel García Bautista volvía a citarlo en la Guía Misteriosa de Andalucía Occidental. García Bautista, que usa la misma fuente, también lo limita a Cumbres Mayores.

Para profundizar en el caso recurrí a la lectura del trabajo en el diario ABC. El artículo en cuestión se basa en una publicación que el autor afirma poseer, consistente en un informe técnico de “un sabio monje, perito en Física, jerónimo del monasterio de San Isidro, contiguo a la villa de Santiponce” concerniente a la “blanca polución de la noche del 1 de noviembre de 1764, ocurrida en las proximidades de Cumbres”. Al tratar de averiguar la identidad del jerónimo me encontré que a tal informe se le atribuyen dos autorías. Según es.wikipedia.org, se trataría de José Olivares, que fue un químico nacido en Sevilla, hijo de un boticario de Santiponce, graduado en medicina en 1723, boticario de la Casa Real, visitador del arzobispado y socio numerario de la Real Sociedad de Sevilla. Por su parte, Justino Matute y Gaviria, en su obra de 1827 “Bosquejo de Itálica ó apuntes que juntaba para su Historia” afirma que se trata de Fernando González de Ceballos, nacido en Espera, hijo de D. Manuel de Ceballos, bautizado en su iglesia parroquial el nueve de septiembre de 1782, que estudió filosofía y teología en el colegio de Sto. Tomás de Sevilla, donde se graduó de Doctor en octubre de 1752, y que posteriormente tomó el hábito y profesó en este monasterio de S. Isidro del Campo, donde se entregó al estudio de toda clase de letras.

Al margen de ese detalle de autoría del informe, en la lectura de dicho artículo del ABC pude comprobar que el fenómeno tuvo lugar en más localidades de lo que en la actualidad es la provincia de Huelva, como detallaré más tarde. Según el autor del reportaje, la primera noticia del suceso aparecía en una carta del prior de San Jerónimo del Campo, de Sevilla, fray Juan de San José, dirigida a ese otro monje jerónimo del mismo monasterio solicitándole una explicación. La misiva iba acompañada de una ramita recubierta de la misteriosa “nieve” que había caído en Cumbres Mayores en la noche del 1 al 2 de noviembre de 1764. En palabras textuales del prior “Cayó en la villa de Cumbres Mayores una especie de nieve, que causó mucha novedad, porque no se deshizo, como regularmente sucede; sino que enjugándose, permaneció la tierra blanca, y lo mismo los árboles y piedras; quedándoles pegada una como especie de azúcar, que aplicada a la lengua se percibe dulce”.

Continúa Gabriel Sánchez el escrito afirmando:
Practicadas diversas averiguaciones se comprobó la extensión del fenómeno. El médico de Cumbres, don Joaquín José Gil, informó que había ocurrido a modo de una nevada general, “más abundante en la Dehesa que llaman de Abaxo, ...pero universal a toda suerte de territorio no sólo donde había plantas, y monte, sino también sobre los yelmos, y campos rasos”.

Sánchez de la Cuesta manifiesta también que:
Noticias posteriormente recogidas por el fraile daban cuenta de que sucedió lo mismo en Cerro de Andévalo, Calañas, Puebla de Guzmán, Alosno, Sanlúcar la Mayor y otros pueblos aún más hacia el litoral. “Persona de la más delicada formalidad y exquisita lección como fray Manuel de Fontanilla -dice el citado opúsculo-, hallándose el día de la nevada en su pueblo natal de Manzanilla, observó al amanecer una gran niebla y con ella blanqueaban todos los texados que alcanzaba su vista...; salió a un descubierto donde estaba una hazina de leña seca, y la vio toda blanca, y llena de la misma nieve; la tocó, y cogió; y habiéndola gustado de un dulce exquisito, repitió el cogerla y gustarla muchas veces...”.

Dos interrogantes se nos plantean al conocer esa información: la naturaleza del fenómeno y la verdadera magnitud territorial del evento. Sobre la primera de ellas poco podemos aclarar en la actualidad por el largo tiempo transcurrido. Pese a ello, Sánchez de la Cuesta apunta varias hipótesis al respecto, antes de expresar la explicación que el monje da al fenómeno. La primera hipótesis apunta a un origen vegetal (una especie de secreción generada por algún árbol o planta, depositada por la acción de los vientos). Esta posibilidad requeriría de grandes bosques productores, que no han sido detectados. Además, el efecto se repetiría en el tiempo -al menos de vez en cuando-, cosa que no ha vuelto a ocurrir.

La segunda explicación -que el articulista encuentra muy posible- es la de la recepción en la atmósfera de un material extraterreno. No existe ningún indicio que apunte en esa dirección. La tercera teoría apunta hacia la génesis del producto en la propia atmósfera, lo cual resulta indemostrable ya que, al no conocerse la composición química del producto, no se puede estudiar la viabilidad del posible proceso de génesis. Según Gabriel Sánchez, el escrito del jerónimo apunta la siguiente posibilidad de origen:
(se hizo) en la atmósfera, de diferentes partículas salinas, sulfúreas y minerales que elevó y coció el calor de los días precedentes, y otras que siempre vagan por ella. La Maestra naturaleza es quien, sin haber comunicado a nadie la receta, sabe templar allí las puntas de las sales con la crasitud de un azufre exaltado y dexarlas solamente capaces de punzar halagüeñamente el paladar, no haciendo mordeduras en la lengua con algún sabor acerbo o amargo, sino rascando blandamente el sentido con un picante dulce y suave.

Como hipótesis ahí queda, indemostrable como las otras, pero referida por alguien que tuvo en sus manos el supuesto maná.

La otra interrogante -la geográfica- también plantea dificultades a la hora de resolverla. Es lógico pensar que si el fenómeno afectó a Cumbres Mayores y sus alrededores, debió darse también en los pueblos próximos como Cumbres de Enmedio, Cumbres de San Bartolomé o Hinojales. Por otra parte, si cayó maná en El Cerro de Andévalo, Calañas, Puebla de Guzmán y Alosno, necesariamente debió hacerlo también en Villanueva de las Cruces, que se encuentra rodeada de las anteriores poblaciones. También, si se vieron afectadas Manzanilla y la sevillana Sanlúcar la Mayor, es lógico pensar que otro tanto debió ocurrir con otras localidades onubenses vecinas como Chucena, Villalba del Alcor, Escacena del Campo y Paterna del Campo. Cito sólo las poblaciones actualmente onubenses, pues tenemos que tener en cuenta que en 1764 no existía aún la provincia de Huelva y todas las localidades citadas en este trabajo dependieron de Sevilla hasta la división provincial del siglo XIX.

Desgraciadamente, no tenemos más datos sobre localidades afectadas, salvo las citadas expresamente. Desconocemos incluso a qué poblaciones se refiere al decir “otros pueblos aún más hacia el litoral”, por lo que resulta difícil aventurar nombres de poblaciones afectadas. Las tres grandes áreas que hemos visto antes conforman un triángulo de gran extensión. Si colocamos los vértices en las poblaciones de Cumbres Mayores, Sanlúcar la Mayor y Puebla de Guzmán nos encontramos que hay un gran número de localidades dentro de ese triángulo. Además de algunas de las citadas anteriormente, encontramos a La Nava, Cortegana, Aracena, Almonaster la Real, Alájar, Linares de la Sierra, Santa Ana la Real, Jabugo, Galaroza, Valdelarco, Cortelazor la Real, Los Marines, Fuenteheridos, Castaño del Robledo, Campofrío, La Granada de Riotinto, Nerva, Minas de Riotinto, El Campillo, Zalamea la Real, Valverde del Camino y El Berrocal. También incluye gran parte del actual término municipal de Niebla y partes de los actuales términos de Zufre, Hinojales, Aroche, Cabezas Rubias, Beas, Villarrasa, La Palma del Condado y Villalba del Alcor. Es muy posible que muchas de ellas -tal vez todas- se vieran afectadas por este enigmático fenómeno, aunque probablemente nunca lo sepamos.

Para concluir, quiero manifestar que este no ha sido el único fenómeno atmosférico extraño que haya ocurrido en Cumbres Mayores. El periodista y escritor cumbreño Rafael Moreno me informaba hace algún tiempo que por tradición oral había conocido la existencia en siglos pasados de un huracán que había provocado una gran deforestación en la zona. Añadía Moreno que la localidad ha sufrido en varias ocasiones lluvias de ranas, fenómeno que no es exclusivo de Cumbres, ya que Ignacio Darnaude Rojas-Marcos ha informado de una lluvia similar en Arroyomolinos de León, hacia el verano de 1952. Según Darnaude, tras una aparatosa tormenta, las calles de esa localidad serrana “aparecieron cubiertas de numerosas y diminutas ranas, cuyo dudoso origen -traído por los pelos- se atribuyó al arroyo del Abismo que cruza la población”.