miércoles, 1 de abril de 2009

Cráneos trepanados y dioses de pizarra

Uno de los grandes misterios de la antigüedad lo constituye, sin duda alguna, el caso de las trepanaciones de cráneos, un fenómeno de distribución prácticamente universal. En Jabugo se conoce desde principios del siglo XX uno de esos cráneos trepanados, correspondiente al periodo Neolítico. Pero, antes de entrar en materia convendría recordar que una trepanación consiste en realizar un orificio en el cráneo, es decir en retirar un trozo óseo de la calota (pero sin llegar a dañar las meninges) mediante variadas técnicas de incisión. Esta práctica tuvo su máximo apogeo durante el Neolítico, aunque las primeras trepanaciones conocidas datan del Epipaleolítico, hace unos 11 milenios. Pese a este dato muchos estudiosos opinan que esta práctica podría ser mucho más antigua aún. La perforación craneal ha suscitado polémica, ya que los expertos no han llegado a ponerse de acuerdo sobre su motivación. Ciertos investigadores sostienen que se trataba de una intervención quirúrgica destinada a aliviar enfermedades cerebrales o que constituían tratamientos para tumores óseos de la calota e incluso cerebrales. Por el contrario, otros antropólogos defienden que se trataba de una práctica de iniciación, tras la cual el individuo que había sido sometido a dicha intervención comenzaba a ser considerado como adulto en caso de sobrevivir al proceso. Tampoco se descarta que la intencionalidad de esta actividad fuera dejar salir por el orificio, según ritos y creencias ancestrales, los malos espíritus o las enfermedades.

Ya avanzamos al comienzo que el cráneo trepanado hallado en nuestra provincia fue encontrado en la localidad de Jabugo, famosa por sus productos del cerdo ibérico. En concreto, en el yacimiento de la Cueva de la Mora. Esta cavidad se originó por un proceso cárstico en unos mármoles dolomíticos de edad correspondiente al Cámbrico Inferior. Estos materiales afloran en un área situada al norte del casco urbano jabugueño. Se trata de una cavidad de desarrollo casi horizontal con una leve pendiente hacia el Este. Está localizada en la vertiente sur de un cerro de 625 m. de altitud. Posee dos salas, la mayor, al comienzo, con unos siete metros de bóveda y la segunda, situada a mayor cota, de dimensiones más reducidas y con menor interés arqueológico. La importancia de este yacimiento, empleado como lugar de hábitat y funerario, radica en la amplia secuencia poblacional que se ha detectado y en el interés cuantitativo y cualitativo de la cultura material que se encuentra asociada a los diferentes periodos de ocupación.

Para conocer más a fondo el cráneo trepanado descubierto en Jabugo comenzaremos haciendo un poco de historia sobre el yacimiento que lo albergaba, basándonos en las investigaciones de dos buenos amigos, los arqueólogos Eduardo Romero y Timoteo Rivera, que lo han investigado en profundidad. Según la documentación que han manejado, en 1906, Juan Manuel Romero Martín, propietario de la finca “El Mirón”, inició unas labores de limpieza para convertir en almacén una cueva que había en aquel paraje. Los trabajos pusieron al descubierto algunos materiales arqueológicos que evidenciaban su uso por comunidades prehistóricas y llamaron la atención del dueño de los terrenos, quien lo notificó al Museo Arqueológico Nacional y donó los materiales a tal institución. Juan Manuel Romero inició en 1922 nuevas excavaciones, encontrando otros materiales que fueron mostrados en la Exposición Iberoamericana de 1929, para pasar después a estar depositados en el Museo Arqueológico de Sevilla. De todas esas labores nos ha quedado un importante legado consistente en piezas arqueológicas recogidas en museos, abundante documentación epistolar y un gran archivo fotográfico de material arqueológico (de muchas piezas se desconoce el actual paradero).

Los trabajos de excavación realizados por Juan Manuel Romero alcanzaron los cinco metros de profundidad, constatándose la existencia de poblamiento desde la Edad del Bronce hasta el Neolítico, así como en época romana. Cabe la posibilidad de que la cueva también estuviera habitada en el Paleolítico Superior, ya que en el Museo Provincial de Huelva existe una pieza ósea grabada datada en la etapa magdaleniense, que está atribuido a dicho yacimiento en base a una referencia incompleta, aunque podría corresponder a algún otro yacimiento con el mismo nombre (como el de la Cueva de la Mora de La Umbría/Puerto Moral). El soporte óseo corresponde a un radio de cáprido o cérvido, en el que se han grabado, por una cara, la figura de un ciervo con la cabeza vuelta, parte de otro animal y dos patas de un tercero. En la otra cara aparece la imagen de un rinoceronte.

En cuanto al periodo Neolítico, en la Cueva de la Mora se recuperó material que corresponde a vasos cerámicos decorados (que se datan en la primera mitad del IV milenio a.C.). Tales utensilios tienen formas globulares y ovoides, que presentan decoración en franjas junto al borde. Esta decoración está basada en impresiones, incisiones y acanaladuras. Pero el mayor porcentaje del repertorio ergológico de esta Cueva se encuadra en el periodo Calcolítico, entre el 2500 a. C. y principios del II milenio a. C. En esta cultura material destacan los ítems de carácter ideológico, los denominados ídolos placas, construidos sobre pizarras o esquistos. Presentan formas rectangulares y trapezoidales, con una o dos perforaciones. Están decorados con bandas y triángulos reticulados (también llamados “dientes de lobo”), líneas en zig-zag, motivos de “chevrons” y soles. Estas piezas son similares a las halladas en la comarca lusa del Alentejo, donde son muy abundantes. Otras localidades onubenses también han aportado ejemplares de ídolos placa. Los dólmenes de El Pozuelo, en Zalamea la Real, son el ejemplo más prolífico. Además, el arqueólogo Enrique Pérez halló otro ídolo de pizarra en la excavación de una sepultura de cúpula en San Bartolomé de la Torre. En Aljaraque fueron halladas otras dos piezas de esta naturaleza. Estos ídolos placa encierran en su utilidad un gran misterio, por lo que por sí solos merecen un amplio estudio.

En lo referente al material lítico hallado en la caverna jabugueña, se encontraron hachas pulimentadas, pulidores, láminas de sílex y una pieza interpretada como alabarda. La cerámica corresponde a vasos que presentan formas con tendencias esféricas, elipsoidales, cilíndricas o troncocónicas, la mayoría sin decoración y de pequeño o mediano tamaño. Destacan en cuanto a la decoración, 2 vasos con motivos de ajedrezado y de líneas en zig-zag, así como los fragmentos de cerámica campaniforme. De la Edad del Bronce también existen evidencias de ocupación en esta cavidad. En el Museo Arqueológico Nacional de Madrid están depositados los materiales hallados en el interior de un característico enterramiento en cista, como ajuar funerario, que son un cuenco y otros objetos de cerámica, hachas pulimentadas y un ídolo placa. Además de esos, se documentan otros materiales como vasos o un fragmento cerámico con escorificaciones, que podría corresponder a un crisol o a una vasija-horno.

Por otra parte, los responsables de las excavaciones detectaron la existencia de grabados rupestres en el interior de la cavidad, representando a diversos animales, como avestruces y elefantes, entre otros. En una primera valoración no se ha confirmado su autenticidad pues no presentan pátinas, por lo que se está pendiente de contrastar su autenticidad. Puede que fueran realizados durante el pasado siglo, lo cual no se sabrá hasta que no se hagan los estudios pertinentes. En la Cueva de la Mora se ha constatado la presencia de restos faunísticos, como cráneos u otros huesos de tejón, comadreja, Capra hispánica, zorro, meloncillo y conejo. Pero lo más interesante es la existencia de restos humanos procedentes de los enterramientos realizados en su interior. La presencia de un mínimo de ocho individuos se deriva del estudio de tales restos, aunque podrían ser más.

El más importante de los restos óseos es sin duda alguna el cráneo trepanado, que presenta su respectiva mandíbula. Ambas piezas evidencian una preservación óptima. Corresponden a un adulto masculino, joven aún. Se trata de la única trepanación documentada hasta el momento en la provincia de Huelva y la tercera en Andalucía occidental, pero quizás no haya sido la única de la Cueva de la Mora, ya que parece haber evidencias fotográficas de otros restos con este tipo de operación, aunque lamentablemente se desconoce su actual paradero. El cráneo que nos ocupa presenta una perforación completa, con gran pérdida de sustancia oval en la zona central de la calota, de mayor anchura en la parte posterior, afectando al frontal y a ambos parietales. Las paredes de la trepanación son oblicuas, con una mayor pérdida de sustancia en la tabla externa. Las características de esas paredes evidencian una reacción cicatricial con supervivencia del individuo trepanado, en especial la porosidad del contorno en algunas zonas (en relación a un proceso infeccioso secundario).

La técnica de producción de la trepanación fue el legrado o abrasión por medio de un instrumento de piedra de superficie granujienta utilizado a modo de lima. Al margen de la trepanación, los otros únicos daños patológicos que presenta la calavera son dos pequeñas erosiones. La supervivencia pudo llegar a las dos semanas. Parece descartarse una intencionalidad médicoquirúrgica en la práctica de la trepanación, por lo que cabe inclinarse por un origen relacionado con prácticas mágicas o religiosas. Unas prácticas que nos abren las puertas a las incógnitas que se ciernen sobre aquella gente, sobre sus creencias y su visión de los temas trascendentes. Un misterio que tal vez nunca llegue a aclararse.

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