domingo, 9 de mayo de 2010

Continentes perdidos del Silúrico

La provincia de Huelva cuenta con destacados elementos geológicos como la barra de El Rompido, en Lepe, el travertino de la Peña de Alájar, los yacimientos de fósiles pliocenos de Bonares, las formaciones volcánicas de Cumbres de Enmedio, las dunas de Almonte, la Gruta de las Maravillas de Aracena o las mineralizaciones de la Faja Pirítica en su conjunto, entre otros muchos. Pero para mi gusto, uno de los más sorprendentes es el afloramiento de rocas de la corteza oceánica en plena Sierra de Aracena.

Sonará extraño -misterioso, incluso- eso de que las rocas de la corteza oceánica afloren a altitudes de setecientos y ochocientos metros sobre el nivel del mar, pero es una realidad incuestionable. La ciencia geológica -afortunadamente- ha resuelto el enigma. Probablemente, no me hubiera decidido a incluir este trabajo aquí de no ser porque el caso lleva asociada la presencia de una especie de continente desaparecido. Aunque eso también está explicado por la geología. Ambas evidencias suponen una realidad científica muy singular y muy poco conocida por el gran público. Permítanme que, además de darles las explicaciones pertinentes sobre los hechos geológicos, les acompañe a realizar una excursión por los terrenos cuyas rocas nos aportan tan singular información.

Comenzaremos por recordar las claves geológicas que explican esta realidad, utilizando un lenguaje sencillo para que resulte más asequible al lector poco familiarizado con la terminología geológica. La litosfera es una capa fina de la corteza de la Tierra, de tan sólo unos cincuenta kilómetros de espesor. Hay dos tipos de litosfera, la oceánica y la continental. La primera está constituida por rocas basálticas y se corresponde con los fondos de los océanos. La segunda está formada mayoritariamente por granitos y abarca los continentes emergidos y los taludes continentales. La litosfera está fragmentada en una serie de bloques conocidos por el nombre de placas tectónicas.

Estas placas están suspendidas sobre la astenosfera (una capa del manto terrestre, que se encuentra semifundida) y no son estáticas, sino que se encuentran en constante movimiento. Para que pueda producirse ese desplazamiento mientras cubren la superficie completa del planeta es necesario que en unos bordes de las placas se genere material y en otros se destruya. Estos movimientos son muy lentos al ojo humano, no olvidemos que la unidad de tiempo en geología es el millón de años (M. A.). A lo largo de la historia de la Tierra ha habido algún momento en que todas las placas continentales han estado unidas, formado un supercontinente llamado Pangea.

La generación de litosfera se produce en las dorsales oceánicas, gracias al ascenso de magma desde la astenosfera, que va adosándose al extremo de la placa correspondiente. En los límites donde se destruye material litosférico, una de las placas subduce (se introduce) bajo la placa vecina, por lo que la masa rocosa pasa a la astenosfera. El Ciclo de Wilson (descrito por este geólogo en 1.968) recoge de forma esquemática el proceso completo con todas las fases posibles. Se parte de una zona continental antigua allanada por la erosión. Ese continente se rompe en dos placas, dando lugar a un océano joven, en el que -al crecer por la separación de las dos placas- comienza a crearse corteza oceánica. Con el tiempo, en el centro del nuevo océano surge una dorsal. Un cambio en la dinámica hace que un extremo de la corteza oceánica comience a introducirse bajo la corteza continental, con lo que las dos placas surgidas de la rotura del continente inicial empiezan a acercarse nuevamente. Las cortezas continentales llegan a cerrar la cuenca oceánica y terminan por colisionar y cohesionarse, dando lugar a una nueva cordillera.

En esas colisiones continentales, una parte de la capa de corteza oceánica queda incrustada en la nueva cordillera. Por tanto, cuando encontramos rocas procedentes de una antigua litosfera oceánica intercalada con rocas continentales, tenemos una evidencia definitiva de la existencia de una sutura entre dos continentes que han colisionado para formar esa cordillera. Las rocas que en nuestra Sierra suponen tal evidencia son las ortoanfibolitas de Acebuches, así llamadas en honor a aquella aldea de Almonaster la Real, en la que fueron estudiadas. Estas rocas, según los geólogos que las han estudiado, afloran desde Beja (Portugal) hasta Almadén de la Plata (Sevilla), aunque en nuestra comarca yo, personalmente, no las he hallado ni en Rosal de la Frontera y Encinasola, por el oeste, ni en Zufre y Santa Olalla del Cala, por el este.

Aunque los geólogos no se ponen de acuerdo en las denominaciones, siguiendo el criterio de Díaz Azpiroz, podemos decir que las placas que chocaron en su día (hace unos 320 Millones de Años) eran la Euroasiática (Centro Europa y la meseta ibérica) y la Placa Surportuguesa (que abarcaba el sur de Portugal y el centro y sur de lo que hoy es la provincia de Huelva). El océano que se formó en medio se llamaba Japeto. Los basaltos originales se formaron en su fondo hace más de cuatrocientos millones de años, para dar lugar -después de sufrir un complejo proceso de metamorfismo- a esas ortoanfibolitas que hemos citado.

Estas rocas tan peculiares afloran en varias localidades serranas, siendo especialmente bien apreciables en algunos lugares muy concretos. Los afloramientos más destacables son: al sur de Aroche y Cortegana; en Las Veredas y Almonaster la Real; al norte de Calabazares y La Corte de Santa Ana la Real; al sur de Alájar y Linares de la Sierra; en la carretera que une Aracena con Campofrío; y en Jabuguillo e Higuera de la Sierra.

En determinados sitios de nuestra geografía la observación de las ortoanfibolitas lleva asociada la visión de las dos placas continentales fusionadas. Así, mirando desde la ladera sur del Cerro San Cristóbal, en Almonaster la Real, vemos al norte el “continente” de Eurasia, concretado en las zonas más altas de esa montaña. Mirando al sur vemos el “continente” Surportugués, que abarca toda la extensión de terreno serrano que avanza hacia el sur y las tierras andevaleñas que son apreciables desde la zona: El Cerro de Andévalo, Calañas, Zalamea la Real...

Otro tanto ocurre en la Curva de la Piedra Llana (Santa Ana la Real) y en las inmediaciones de Higuera de la Sierra, en los kilómetros 75 y 76 de la carretera nacional 433. En el emplazamiento santanero pueden apreciarse las aldeas de La Corte y Calabazares, asentadas sobre las ortoanfibolitas, custodiadas al norte por las alturas euroasiáticas de la Sierra de san Cristóbal y las sierras que desde Santa Ana ascienden hacia Aguafría y Jabugo. Hacia el sur pueden verse las tierras surportuguesas de La Granada de Riotinto, Minas de Riotinto, El Campillo, Valverde del Camino, etc.

Una vez que hemos puesto luz en este misterio de la ciencia, podemos afirmar, aunque suene raro, que la Sierra y el resto de la provincia de Huelva pertenecen a continentes distintos. Dos continentes en una sola provincia.

2 comentarios:

  1. Excelente explicación, me gustaría saber por qué hay varias series tan distintas de ortoanfibolitas, las de grano fino, de grano grueso y los esquistos verdes. Si son materiales que provienen de la astenosfera deberían ser muy homogéneos ¿no? Imagino que estará relacionado con el proceso de metamorfismo. Un saludo

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  2. Sí, los expertos afirman que obedece a un fenómeno de diferenciación metamórfica. El tamaño del grano va disminuyendo hacia el sur, debido al grado de crecristalización metamórfica alcanzado. Lo que no sé es si a mayor grado de metamorfismo corresponde mayor o menor tamaño de cristales.
    Saludos.

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