miércoles, 30 de marzo de 2011

Los enigmas y misterios colombinos

El descubrimiento de América es sin duda el acontecimiento histórico que más enigmas y misterios encierra a su alrededor. Las Culturas Precolombinas; posibles viajeros anteriores; los orígenes de Colón; la información barajada; sucesos de la conquista... Pasaremos muy por encima de casi todos ellos, pero nos detendremos en algunos que afectan más directamente a nuestra provincia. Algunos, incluso, tienen protagonistas onubenses. Las tierras americanas están plagadas de misterios, especialmente relacionados con los habitantes anteriores a la llegada de Colón. Olmecas, mayas, aztecas, incas, toltecas, navajos, siux, cherokees, apaches y la lista se hace tan larga que necesitaría varios folios para enumerarlas a todas. Sin embargo, no nos detendremos en ninguna de esas tribus. Tampoco prestaremos atención al descubrimiento y colonización de Groenlandia, ni a los supuestos viajes vikingos a América. Ni siquiera ahondaremos en la cuna de Colón, pese a que el tema da para todo un libro y aunque el almirante sí nos interesa. Diremos, eso sí, que más de veinte localidades italianas se disputan ser su lugar de nacimiento, pese a que el interesado no sabía hablar italiano. También se barajan las posibilidades de que fuera ibicenco, mallorquín, catalán, castellano, portugués, gallego o corso. Lo que sí parece ya poco discutible es su origen judío, aunque el historiador Juan Eslava Galán lo niega categóricamente. Sin embargo, Juan G. Atienza defiende la sangre judía colombina y de buena parte del entorno del almirante. El investigador Salvador Freixedo defiende la cuna gallega de Colón en base a dos grandes argumentos: la presencia del apellido en tierras gallegas en el siglo XV y la abundante adjudicación de topónimos gallegos a tierras americanas por parte del descubridor. Freixedo infiere que Colón ocultó su origen porque los Reyes Católicos odiaban a los judíos y sentían cierta aversión hacia Galicia. Añade este estudioso a la argumentación la existencia de documentos fidedignos y la utilización de galleguismos en los textos de Colón, quien -como hemos dicho- no sabía hablar italiano. El historiador Manuel Barrios también se ha preocupado por la cuna de Colón. Según él, Colón trató a toda costa de borrar su pasado, tal vez porque, según documentos de 1.473, atacaba las costas valencianas y catalanas un corsario llamado Colón, que bien pudiera haber sido nuestro protagonista. El propio Manuel Barrios opina que Colón no buscaba las Indias, sino que conocía la existencia del Nuevo Mundo, según se desprende de la precisión con la que el marino efectúa ciertos cambios de ruta para llegar al destino exacto al que llegó. Barrios cree que Colón contaba con abundante información sobre las tierras que se encontraban al oeste del Océano Atlántico, incluida cierta cartografía. De hecho, viajó hacia América con rumbo fijo por el paralelo 28 (que le proporcionó vientos alisios favorables) y regresó subiendo más al norte para aprovechar las corrientes del Golfo, como si conociera previamente tales rutas óptimas. La posibilidad de que Colón poseyera documentación previa sobre las tierras americanas nos lleva directamente a dos asuntos muy onubenses: la presencia del marino en La Rábida y la figura de Alonso Sánchez de Huelva. La Rábida es un paraje de Palos de la Frontera, colindante con el río Tinto, en el que en aquellos tiempos existía ya un monasterio que aún perdura en la actualidad, junto a la Universidad Internacional de Andalucía y al Foro Iberoamericano. De La Rábida se dice que fue altar en honor al dios marinero fenicio Baal y su esposa Tanit. Con la dominación romana pasó a ser templo de Proserpina, hija de la Tierra que bajó a los infiernos, transformada luego por el cristianismo en Nuestra Señora de la Candelaria. En época islámica albergó un ribath y tras la invasión cristiana dependió primero de los caballeros templarios y, más tarde, de los frailes franciscanos. Colón se valió de la inestimable ayuda de los responsables del monasterio para convencer a los reyes Fernando e Isabel, como es bien sabido. Al parecer, el marino pasó largo tiempo en el monasterio, lo cual ha llevado a algunos estudiosos a relacionar el hecho con el pasado templario del mismo. La hipótesis de que los templarios ya habían llegado a América antes de su disolución, indemostrada e indemostrable, lleva a plantearse que tal vez estos caballeros dejaran abundante documentación en el monasterio sobre sus viajes. Documentación que consultó detenidamente Colón y le permitió planificar su proyecto de viaje. Eso habría hecho que Colón, en homenaje a sus inspiradores, hubiera pintado en las velas de los barcos las cruces que vemos en muchas pinturas sobre el Descubrimiento. Claro que en realidad, nadie sabe a ciencia cierta qué llevaban pintadas las velas de aquel destacado viaje colombino. Para hablar sobre la figura de Alonso Sánchez de Huelva tenemos que retrotraernos a tiempos atrás del Descubrimiento. Según Eslava Galán, Colón se casó con una portuguesa y se instaló a vivir en la isla de Porto Santo, colonizada por su suegro. Se dice que allí recibió la información de que a 750 leguas justas (unas 2.800 millas) de la isla del Hierro, en el grado 28 del paralelo norte, existían islas y tierra firme. Hay quien apunta que la información provenía de su suegro, pero la mayoría de investigadores apunta como fuente a un piloto desconocido. El historiador afirma que a las costas de Porto Santo debió llegar un moribundo, ultimo superviviente de un naufragio, que dio información a Colón sobre las tierras antillanas. Bien porque Colón lo ayudó en sus últimos momentos y se lo agradeció de esa manera o bien, como sostienen algunos estudiosos detractores de su figura, porque Colón se la robó. Pero, ¿quién era ese náufrago? ¿Un vizcaíno, un portugués? La hipótesis más aceptada sobre ese prenauta o predescubridor, como se le llama ahora, es que se trataba de Alonso Sánchez de Huelva. Así lo afirman figuras relevantes como Fray Bartolomé de las Casas o el Inca Garcilaso. Poco se sabe de ese tal Alonso Sánchez. Se dice que era un marino y comerciante nacido en Huelva, que tras una tormenta su barco se vio arrastrado hacia América. Tras acaparar víveres habría regresado, sufriendo un naufragio al acercarse a la isla portuguesa donde vivía Colón. Hay incluso quien insinúa que era tuerto y que tenía amistades en el Monasterio de La Rábida, por lo que él mismo habría aconsejado a Colón personarse en el monasterio y reclamar la colaboración de los frailes. Con información previa o sin ella, lo cierto es que el viaje iniciado en la localidad de Palos de la Frontera sirvió con el tiempo para dar a conocer al mundo que existía un continente ignorado hasta ese momento. Y en esa tarea, Colón contó con el esfuerzo de los marineros reclutados en Palos, Moguer, Lucena del Puerto y otras localidades de los alrededores. Ellos fueron los verdaderos y anónimos -en su mayoría- artífices del Descubrimiento.

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