Ana Camacho Carrasco, auxiliar de clínica natural de Bollullos Par del Condado y que contaba por entonces con 30 años, asistió en noviembre de 1978 en Sevilla a un curso intensivo de control mental impartido por una instructora de la organización Silva Mind Control U. S. A. -la uruguaya Marta Lépore, con la que trabó gran amistad-, que poco tiempo después fue expulsada de esa organización por no atenerse exclusivamente al método Silva. Instaladas ambas mujeres al año siguiente en un piso de la calle San Emilio de Madrid, Ana creó una especie de tertulia donde se abordaban temas esotéricos, religiosos y espirituales. Poco a poco, entorno a su figura se fue consolidando un grupo de personas, atraídas por sus enseñanzas. Junto a Ana Camacho, conformaban el grupo varias personas: la primera de ellas su hermana María Luisa, profesora y casi tres años mayor que Ana; María Soledad Loma Herrero, “Marisol”; la arquitecta madrileña Emilia Gallego Valdés; la secretaria cacereña María Asunción Muñoz Álvarez; la sevillana, licenciada en Filosofía y Letras, Concepción González Servian; el funcionario de origen brasileño Fernando Asanza Fernaud; el empleado de Telefónica natural de Guadalajara, José Manuel Sánchez Palancares; y la esposa de este último, María Rosa de Lima Sauz.
En 1984, Lépore se trasladó a Canarias, tras lo cuan quedó como líder única Ana, que iba controlando cada vez más al colectivo, a la vez que iba dominando las voluntades de los integrantes. Para dominar la voluntad de sus adeptos, la líder del grupo se ayudaba de unas sesiones mediúmnicas, en las que hacía creer a los demás que diversos espíritus se manifestaban a través de ella. Así, los espíritus de Gran Águila, Santiago o Juan y los extraterrestres Leokin, Nirfe u Otonilbo pasaron a ser considerados "entidades-guía" y sus órdenes se cumplían a rajatabla. Si esto no ocurría, las entidades que hablaban por boca de Ana seriamente a los rebeldes, también a través de las manos de la líder del grupo.
Basándose en que sólo el sufrimiento lleva a la salvación eterna, Ana Camacho sometió a sus adeptos a humillaciones y terribles vejaciones. Rompió el noviazgo entre Fernando y Emilia y el matrimonio de José Manuel y María Rosa. Obligó a Fernando a abandonar sus estudios de arquitectura. Ana impedía a todos fumar y si encontraba a alguien con un cigarrillo encendido, se lo apagaba en la lengua y le hacía tragar los que tuviera en la cajetilla. A lo anterior hay que añadir golpes con una fusta o con la muleta de la que se ayudaba para caminar, cortes producidos con pinzas y otros castigos físicos, algunos tan sádicos como hacer ingerir los excrementos del perro o los cabellos que les arrancaba a tirones. Esta situación, aceptada para no perder la salvación eterna que sólo era posible junto a Ana, se hacía cada vez más insostenible. Para sofocar los focos de rebeldía, además de incrementar los castigos, Ana acusaba de estar endemoniados a los que disentían. Y todo ello, mientras la gurú se dedicaba en gran medida a visualizar películas en el vídeo y a degustar los exquisitos menús que se ordenaba preparar, a base de turrón, mazapanes, compotas y otras delicias.
Para propiciar la adhesión y sometimiento de los demás a su persona, Ana administraba a los integrantes del grupo, excepto a su hermana, lo que ella llamaba "cafiaspirinas bendecidas", que no eran otra cosa que comprimidos de centramina -una sustancia psicotrópica que conseguía falsificando recetas de MUFACE- machacados y mezclados con aspirinas, azúcar y agua. La tortura psicológica aumentaba con limitaciones en el sueño y el alimento, así como con la imposición de férreos horarios de salida y entrada y prohibiciones de comunicación entre algunos miembros. Por supuesto que cada desobediencia era duramente castigada, por orden de los “guías” que hablaban por boca de la líder.
Tras el óbito de Rosa Lima, los castigos al resto aumentaron. Concepción González huyó a Sevilla y se refugió en casa de una amiga, pero Ana dio con su paradero e intentó entrar por la fuerza. La Policía Local intervino para evitarlo. Varios días después, tras la investigación llevada a cabo por las fuerzas del orden, el grupo fue desmantelado y Ana ingresó en la prisión de Sevilla. Todos los demás integrantes, excepto Marisol Loma -que no resultó imputada-, fueron enviados a la prisión de Huelva hasta que quedaron en libertad provisional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario